sábado, 12 de mayo de 2012

¡Quemá esa foto!

Todos hemos tenido alguna vez la sensación de estar mandándonos una cagada que va a tener consecuencias. El castellano no tiene una palabra (o por lo menos yo no la conozco) para designarla pero que no exista la palabra no niega la realidad.
¿Habrá sentido algo así Hugo Yasky cuando lo fotografiaron en compañía del “buchón” y “servicio” Gerardo Martínez? No lo sé. Lo que me queda claro es que alguien se avivó de que hay compañías de las cuales mejor no alardear. Hasta un blog sencillito como éste lo había mandado en cana a Yasky hace unos meses (ver  entrada del 5/11/2011)
De última uno puede tirar la foto pero el caso es que la parte de la presidente y la anfitriona internacional garpaba así que el diagramador de la revista de la CTA (Central de Trabajadores Argentinos) recurrió al fotoyop y ¡chau Martínez!



No es la primera vez que se hace, (Stalin con medios más precarios “borró” a Trotsky de las fotos de la revolución rusa) pero asombra la torpeza. Y el reconocimiento de la falta. 

martes, 8 de mayo de 2012

Tire, tire papelitos...


Hoy murió Caloi. 
El creador de Clemente, nada menos. Mi inicio como lector de diarios es apenas un poco anterior a su aparición en la última página de Clarín. Y lo seguí casi cuarenta años. 
Lo consumí también como padre cuando, chicos mis hijos, no nos perdíamos Caloi en su tinta. Y volveré a verlo en el cine cuando vaya en busca de Anima Buenos Aires: su último trabajo recién estrenado. 
De los muchos recuerdos elijo uno. Él, Carlos Loiseau, tenía unos treinta años cuando desafió a uno de los más miserables apologistas de la dictadura, el "relator de América", el "Gordo" José María Muñoz. El mismo que en ocasión de la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1979 llamaba desde las canchas de fútbol a presionar a los familiares de desaparecidos que hacían cola en Av. de Mayo al 700 para presentar sus denuncias. 
En 1978 Muñoz era el relator del mundial y estaba en el apogeo de su fama. Su palabra era ley en los estadios.  Y a las muchas, jodidas, prohibiciones de la época, agregó otra, pedorra: la de no arrojar papelitos en las canchas "¡¡porque podían lastimar a los jugadores!!, "porque daba mala impresión", eso en un país que aspiraba a mostrarse derecho y humano mientras se torturaba y asesinaba en las penumbras y a plena luz. 
Caloi se burló desde el humor. Clemente llamó a la resistencia y los papelitos inundaron las canchas en respuesta. 
A veces pequeños espacios permiten respirar. 
Gracias por ése, Caloi.