Leí a Saccomano por primera vez en las
páginas de D’Artagnan cuando escribía Sam Malone, un detective con guiños
hacia el policial negro. Después el nombre de su personaje (y su propia estampa
con algo de caricatura) lo usó Trillo para que Altuna dibujara al amigo del Loco
Chávez (Trillo era el modelo para el Loco).
Pero eso es historia
antigua. Saccomano abandonó la historieta (después de hacer con Mandrafina, El
condenado, una joya a leer también) y se dedicó a escribir denserio.
El 21, después
del sol, empecé a leer su último libro, Un maestro, la historia de su
compañero de colimba el Nano Balbo. El propio Saccomano cuenta así dónde y cuándo comenzó todo:
Al salir de la
colimba el Nano y yo, como tantos pibes que habíamos compartido aquel año y
medio de confinamiento en un cuartel en la Patagonia, nos perdimos. En los años
de la dictadura alguien me comentó que el Nano estaba desaparecido. Y eso creí. Que estaba
desaparecido.
Hace tres
años, en invierno, en una feria del libro de San Martín de los Andes, se me
acercó un maestro.”Te manda saludos el Nano Balbo”, me dijo. Me sorprendí.”Santiago
Balbo”, dije.”Orlando”, me corrigió.”El Nano”, dijo.”Al menos para nosotros es
el Nano”.”Está vivo”, atiné a decir. Le pedí su teléfono.”Te lo doy”, me dijo,”pero
no vas a poder hablar: está sordo. Quedó sordo de la tortura”, me contó. “Mejor
ponele un mail.”
El libro en cuestión arranca de esta manera con la voz del Nano:
“Cuando se acercaron las
elecciones con mi padre salimos a cazar. Cazábamos por deporte y también para
comer, porque yo las liebres las vendía. Tenía catorce años y me había
comprado una carabina de precisión para no perder balas. Mi padre me dijo:
«Mirá, me vas a acompañar de caza para la campaña electoral». A mí me pareció
raro eso. «Ya te voy a explicar», me dijo. Nos metimos en una estancia y
pedimos permiso para que nos asignaran un campo. Nos mandaron donde no había
hacienda para no pegarle un tiro a una vaca. Íbamos a cazar. Pero no cazábamos
nada. Mi padre se colgaba la escopeta en la espalda y caminaba. « ¿Por qué no
tirás?», le preguntaba. «Ya vas a ver.» A la tardecita nos fuimos a la matera
donde estaba toda la peonada y mi padre empezó a hablar. « ¿Van a votar como el
patrón?», preguntaba. Así hicimos campaña política en el corazón de las
estancias. Al principio los paisanos nos miraban. Después prestaban atención.”
Y cuando un libro empieza así, me
dan ganas de seguir. Se los recomiendo
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