martes, 12 de abril de 2011






No hay peor lucha que la que no se libra. De tanto repetirla, la frase se ha convertido en verdad indiscutible. Se la usa para incitar a los dubitativos y a los temerosos. Pero tal vez haya otra situación peor: la lucha que se entrega.

En eso pensé cuando leí el viernes el diario. Uno se acostumbró desde los primeros años de la dictadura militar a su presencia en la plaza, caminó calles y calles gritando junto a ella primero contra los milicos, después contra la amnistía, contra la ley del punto final y la obediencia debida, contra el indulto. No dejaba, dejábamos, pasar una.

No pensábamos igual pero compartíamos la vereda; y eso, mientras muchos defeccionaban, era importante.

La situación cambió. Hebe de Bonafini, “Hebe”-de ella hablaba-, pensó hace cinco años que Julio López se había ido por su cuenta. El jueves pasado dobló la apuesta, fue a un acto y dijo lo que no tendría que haber dicho: “Somos felices, nuestros hijos viven en Amado Boudou y Felisa Miceli”. Dos ministros de economía: un economista liberal que desfalca a los jubilados y piensa que la inflación sólo golpea a las clases medias y otra con barniz “progresista” que se tuvo que ir cuando no pudo explicar de dónde había sacado una bolsa con muchos billetes que encanutaba en el baño.

¿Nuestros compañeros viven en ellos? NO.

Es un triste final para una luchadora.

domingo, 3 de abril de 2011

Fuentealba


Este verano estuve en el Neuquén. Con todo lo que había para ver no era necesario reparar en los carteles de la interna del Movimiento Popular Neuquino. Sin embargo no pude evitarlo, a cuatro años del asesinato del docente Carlos Fuentealba el gobernador que ordenó la represión y por tanto autor intelectual del crimen, Jorge Sobisch, se atrevía a presentarse en las elecciones. Carteles creativos, jingles pegadizos, spots televisivos, toda la carne al asador.

El resultado fue adverso para él, pero la pregunta es: ¿por qué pudo presentarse? Porque nunca fue juzgado. “La justicia” se encargó del que disparó a quemarropa, un cabo de apellido Poblete, pero no rozó al gobernador. Sus aliados políticos de entonces, Macri por ejemplo, se despegaron de él y Sobisch se retiró a cuarteles de invierno. Este verano, con el deshielo, volvió.

Es otra lección del maestro Fuentealba: en los crímenes sociales hay que llegar hasta el autor intelectual. La lucha por encarcelar a Pedraza, el asesino de Mariano Ferreira, muestra que algunos lo hemos aprendido.